martes, 14 de junio de 2016

ESTO ES FÁCIL


Yo recién llegaba a Bariloche, 9 de Julio y año 60. Justo necesitaban un boletero en la empresa concesionaria del cerro. Por lo tanto vivía en la nieve observando a la gente esquiar. Bien, algunos esquiaban y otros se caían, de todas maneras era mas divertido que la oficina de Buenos Aires, siempre me pregunté porque semejante nombre en un lugar donde costaba respirar. Yo tomaba impulso y trataba de que a través de mi nariz y en camino hacia los pulmones entrara la mayor cantidad de aire posible. Era lo mismo que tragar un batido de vinagre, limón, y algo de papel de lija, eso si grano grueso.
Yo no quiero comparar nada. Acá observaba a la gente que venia a esquiar. Estaba sumergido en la nieve y ansiaba ponerme un par de esquíes.
A última hora de la tarde, ya rendida la recaudación del día, me quedaba a charlar con los patrulleros. Estos volvían de la cumbre con una sonrisa que les partía la cara en dos. Hablan todos al mismo tiempo, recuerdan sucesos del día : la señorita que les pedía consejos, el traslado del tipo con fractura de tibia y así un montón de anécdotas. En un momento de silencio me animé y pregunté si alguien me podía enseñar. El silencio se infló como un globo de cumpleaños a punto de estallar. Todas las miradas se enfocaron en mi persona. Confieso que me sentí como una mariposa clavada con un alfiler en un cartón.
Vení que esto es fácil. Mañana empezamos.
Al día siguiente la mañana amaneció mas linda que nunca, el aire estaba tan helado que crujía cuando caminaba. Levanté la vista y una agradable sensación de poder me envolvía. Imaginaba deslizándome sobre la nieve, calculaba el grado de giro de la primera curva, con toda la atención puesta en la próxima y así me deslizaba casi, casi como los cóndores que volaban allá alto en la cordillera. Y finalmente llegó la hora de probar mis ímpetus.
El sol estaba a un paso de cruzar la cordillera. Todos los patrulleros estaban esperándome. Cuando los vi, una sensación de orgullo invadió mi ánimo. Entre todos me ayudaron a vestirme de esquiador. Unas largas maderas estaban atadas a mis pies, Un gorro de lana, negro, casi me tapaba los ojos. Gruesos guantes de lana mimaban mis manos. Los cóndores trazaban círculos en el azul.
Vení que esto es fácil. Tres tipos iban delante mio conduciéndome, tres venían detrás mio protegiéndome. Cuando dejamos el plano, la pendiente se transformó en algo concreto, algo oscuro, miré hacia abajo y el corazón se derritió como chocolate caliente.
Vení que esto es fácil. Apenas mis oídos captaron el significado de estas palabras, apenas mi cerebro podía decodificar el significado de “esto es fácil”. Mis ojos abiertos como plato hondo alcanzan a ver que el camino desaparece a la izquierda, mi corazón se detiene. En la antigüedad el horizonte era el lugar temido, era la cueva de los dragones, el lugar donde se iniciaba la caída.
Veni que esto es fácil me digo. Y tomo la curva, a mi derecha pasan arbustos, cañas coligues, la pared de granito, salgo de la curva y comienzo a distenderme, veni que esto es fácil me digo.
Ya la pista se declara fácil. Las curvas han quedado atras, las pendientes han perdido vertiginosidad. Son los últimos cien metros, al final de la recta diviso a los patrulleros, atentos a mi ingreso a la gloria, atentos a mi primera vez, me parece escuchar un "VAMOS QUE ESTO ES FACIL" y allá voy.
Me acerco rápidamente a una especie de lomo de burro que cruza mi trayectoria. Alla voy. La punta de mi esquies entran en contacto con el lomo, se elevan y yo con ellos, atado a mi destino. El cielo azul comienza a pintarse en mis ojos, veo fugazmente a los condores que miran inquisitivamente. La ascención comienza a perder impulso, un pestañeo, un suspiro, un segundo y voy hacia abajo. Mi espalda se acomoda violentamente sobre la superficie de la pista helada, los anteojos y el gorro buscan un lugar donde refugiarse, los esquies prosiguen su trayectoria como si nada hubiera pasado, Los condores miran excépticos mi primer intento de vuelo, sus pichones lo hacen mejor.

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