martes, 7 de junio de 2016

Anécdota

Era el año 1949 cuando me nombraron preceptor de tercer año en la Escuela Industrial de La Plata y desempeñando las funciones que me fueron encomendadas, el trato con los alumnos tenía sus altibajos. Había algunos rebeldes y caprichosos, propio de la edad pero no mal intencionados.
Con el correr del año comenzaron a aparecer en algunos, sus deseos de abandonar los estudios. Era difícil poder hacerlos entrar en razón y convencerlos que sólo estudiando podían progresar en la vida. Muchos lo entendieron pero otros buscaron motivos para abandonar, pero no por motus propio sino porque se lo impusieran.Así hubo algunos se fueron haciendo amonestar hasta llegar al máximo permitido y lograron su cometido.
Mi sorpresa fue, cuando un domingo fui a ver un partido a la cancha de Gimnasia en La Plata. Estando en la tribuna siento que me llaman por mi apellido. Me sorprendió que un ex-alumno, al que expulsaran por amonestaciones, me agradecia a los gritos por haberlo liberado de lo que para él era un castigo:
- “¡Zapico, Zapico... gracias por hacerme echar!"



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