martes, 17 de mayo de 2016

Vivencia

Después de esperar cuatro años, recorriendo profesionales y un sin fin de análisis y estudios,
hace exactamente veintisiete años y siete meses, la varita mágica de la vida me toco.
Ese maravilloso día, me entero que el fruto del amor comenzaba a crecer dentro de mi.
A partir de ese momento, diversos sentimientos se apoderaron de mi.
Surgió la alegría, por cumplirse un sueño tan anhelado, la tristeza, porque uno de los seres mas queridos ya no estaba a mi lado para compartirlo, el ansia, de saber como seria, si nene o nena, etc.
Me compre una carpeta y hojas, y a partir de ese momento comencé a volcar en ellas todos los estudios como electros, vacunas, ecografías. El objetivo era que algún día , ese ser que estaba creciendo dentro mio, supiera lo que yo sentía y la felicidad que me embargaba.
Aun después del nacimiento, la carpeta continuo con el primer cabellito, cada uno de los controles al pediatra, la caida del primer dientito, etc.
Asi pasaron los meses, rodeados de distintos momentos de felicidad y alegria, comprando batitas, ropita, preparando el bolso para la ocasión, comprando el moises, la cunita, preparando su habitacion.
Habia trabajado hasta el nueve de junio, y el once, por ser domingo y por formar parte de una hermosa familia mezcla de españoles e italianos, nos reunimos a almorzar en casa de mi padre. Luego de la sobremesa llevamos, con mi esposo, a una de mis hermanas a su casa y cuando llegamos aparecieron los primeros sintomas de que alguien queria hacerse conocer.
A las siete y diez de la tarde se asoma una hermosa niña. Cuando me la dan, envuelta en una azalea, vi una carita blanquita igual a mi madre y luego unos ojitos negros que me miraban fijamente que conmociono todo mi ser y me lleno de amor y agradecimiento eterno por ese momento vivido.

Así fue el nacimiento de mi hija Romina.
                                                                     Maria del Carmen - Mayo 2016

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